El arte es una imitación de la naturaleza, pero hasta cierta forma más compleja. Se busca sentir más y no basta con imitarla superficialmente, sino en su interior.
Schonberg nos habla de la consonancia y la disonancia, y cómo al igual que con la teoría de colores, estas parten del sujeto. Los colores son percibidos por el sujeto de diferentes maneras, de a cuerdo a sus capacidades, al igual que los armónicos.
La materia de la música es el sonido que actúa directamente sobre el oído, o sea el sujeto. Esta sensible percepción provoca una relación en el sonido, el oído y el mundo sensorial, para así nosotros dictaminar las sensaciones producidas por la música.
Es por eso que aunque una persona no sepa nada de música, podrá saber saber cuando algo se encuentra desafinado o "disonante", por la sensación de malestar que esta produce.
El sonido con todas sus peculiaridades es la propiedad más notable en los armónicos superiores o consonantes, ya que son más perceptibles al oído humano, mas cercanas a la tonalidad "perfecta": Nos dice que los disonantes deberían ser considerados de igual manera, sin embargo, no es posible oír que estos armónicos inferiores se encuentran más alejados al oído, más difíciles de distinguir hasta el punto de sonar como timbres molestos sin relación alguna.
Después del unísono la consonancia más perfecta es la primera en los armónicos; la octava. Por eso su familiar uso. Sigue la quinta y la tercera mayor por su relación,
Las que no tienen una relación con el sonido fundamental son la tercera menor y sexta mayores y menor, por eso no están en los armónicos.
Sin embargo la cuarta sí es considerada consonancia imperfecta, debido a su relación con el sonido fundamental, y así mismo debería considerarse a la 3ra menor, y la 6ta mayor y menor.
Pero sólo son consideradas disonantes la segunda mayor y menor, séptima mayor y menor, etc, y a los intervalos aumentados o disminuidos.
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